DE-RAYOS-Y-ULISES



Las gotas caían sin detenerse y ese día las nubes parecían no ceder ante las esperanzas inútiles de ver, al menos por unos minutos, los rayos de sol despreciados durante la época seca. Los charcos reflejaban las prisas y desventuras, las caras preocupadas típicas de final de semestre y esas cosas que muchos y muchas deciden no vivir más porque sí. Durante la espera de soles ausentes y de hermanos atrapados en trámites burocráticos de la universidad, esas gotas necias sobre el techo del sedán eran la distracción perfecta para Ulises que permanecía dentro buscandole ritmos a las gotas, intentaba detectar ciclos sonoros o jugaba a adivinar dónde sonaría la próxima gota sobre el metal azul de la carrocería.
Cada vez se agotaban sus diversiones y como todo el mundo sabe, las esperas dentro del carro suelen convertirse por defecto en las esperas más tediosas. Decidió entonces encender el radio y tratar de pescar sin carnada y sin caña, alguna buena emisora primero y luego una buena canción para calmar su ansiedad. Los truenos ahora marcaban el ritmo y la música lo seguía como si hubiera conexión entre las descargas eléctricas afuera y los ritmos distorsionados de algún rock setentero de Super Radio.
Las descargas se volvieron cada vez más frecuentes y, en apariencia, más cercanas. Pasaron algunos minutos antes de que se percatara de su espacio azul completamente azul, donde no existía el sonido y donde el único movimiento posible consistía en un agitar de neuronas de un instante en algún sector de su cerebro. El tiempo se detuvo y él pudo observar entre el azul, una línea quebrada de amarillo impactando la antena del vehículo y su mundo por milésimas de segundo fue eso: el espacio infinito azul y una línea amarilla.
Los daños fueron irreparables. Inexplicablemente las llantas fueron perforadas como si millones de alfileres hubieran atravesado el caucho. La conexión eléctrica colapsó completamente y de los cables sólo quedó el humo. El radio inservible, fundido. Ulises, sin entender qué carajos había sucedido sólo pudo notar un halo negro rodeando al vehículo como si se tratara de dibujos animados.
Hasta ese momento Ulises entendió que había sobrevivido al impacto de un rayo. Informe 11 y La Extra no tardaron interesarse. Él huyó.


(Esto es una historia real, le sucedió a un amigo de mi hermana.)

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