-QUE-NO-SE-OLVIDE-


27-6-08

Definitivamente...¿Cómo pude perderme tanto? Olvidaba lo que es vivir, lo que es tener risas esporádicas pero fuertes y atemorizantes cuando son. Había borrado lo que es dejar en fotografías las andanzas josefinas; aunque no queden entre químicos y papeles, aunque se echen a perder y se velen los recuerdos como películas al sol. Olvidaba andar con la gente que yo quiero, adentrarnos en tiendas multicolores, observar pescados, carne esperando el último bocado, hierbas y curry por todos lados. Abandonar la soledad, estando en lugares donde a lo mejor nadie ha estado como rincones o callejones oscuros y sonoros, que huelen a empanada o a enyucado. Pasearnos y quedar atrapados entre jaulas amarillas, entre historias y bancos encadenados. Salir, entrar, ser libre y disponer del tiempo como si se tratara de tomar lo que, en teoría, pertenece a un hermano, a una hermana y no hay restricción para tomar lo que quiera. No hay quien me detenga, cuando el día oscurezca, para rodearme de música, de humo, de ideas y de más gente auténtica. De contar uno, dos, tres y correr por la Plaza de la Democracia aunque nos persigan los perros o nos observe la noche atónita. Recordé, y pienso seguir haciéndolo...seguir a la gente que lo recuerda, quienes saben y tienen la dicha de no olvidarlo nunca, que no permiten que otros lo hagan olvidar....

IDEAS-ERRONEAS-PARA-DISEÑAR-UNA-PALA

Hay muchas maneras de diseñar una pala, hay combinaciones casi infinitas para lograrlo. Si nos olvidamos del objetivo primordial de la pala podrán salir ideas alocadas y creativas pero que para efectos palístico-funcionales nos será totalmente infértil tanto esfuerzo cerebral. Cuando uno no tiene nada más que hacer o más bien la desgracia nos hace consumirnos en un mundo paralelo o tangente o circunscrito o manuscrito, lo que sea; entonces es cuando ideas como ´´diseñar palas erróneas´´ afloran desde lo más profundo de nuestras calamidades y se convierten en absurdos analgésicos de nuestra realidad martillante. Así, un día de éstos entre tanta mierda, entre nubes oscuras burlonas, burlescas y nicotinezcas, aztecas y urticantes, me dispuse a diseñar lo que llamé: ´´IDEAS ERRONEAS PARA DISEÑAR UNA PALA´´. La estupidez mía entonces desbordaba a borbotones, como lo hace ahora al considerar esta idea como motivo para ser ´´posteado´´ así que no me importa, es un analgésico con efectos secundarios muy variados, aún no los descubro todos.

EN-UN-BUS-(también)

16-4-08
Como ver a una chiquita llorando en un bus, porque está observando el mundo por la ventana, y pregunta, y quiere saber por qué hay un señor dormido en la calle, quiere imitar el sonido de la sirena y lo hace. Grita y grita. La mamá la calla sin responder, sin sonreir y si puede, le pega con la palma mientras vuelve los ojos hacia nosotros. Quienes vamos sentados alrededor súbitamente hemos sido nombrados por ella: somos ´´jueces de sus acciones´´. Quiere agradarnos y no tiene porqué. A mi no me molesta que la chiquita imite los estridentes sonidos de la ambulancia que pasó, ni que pregunte sin parar y conozca los detalles del mundo que observa por la ventana que incluso a mí me asombran dia a día, los detalles. No me molesta, pero sí me molesta que intente agradarnos, señora!. Deje que pregunte, deje que grite y que ponga la boca en la ventana. No le enseñe a que tiene que ser evaluada por la gente, déjela dibujar formas en el vaho, no le hable nunca de microbios, eso sólo sirve para reprimirla y se olvide de los bichos. Déjela que juegue con la tierra! Déjela!

-HOSPITAL-

Nunca había sentido algo parecido y estaba recién comenzando el ´´Año Nuevo´´. Posiblemente creyendo que sería mejor bajo los engaños de un optimismo totalmente descabellado, falso; como luego me daría cuenta. Lo sabía. Había dormido muy bien esa noche y la mañana del 29 de enero se dejaba ver soleada por la ventana como siempre. Muchas cosas venían a mi mente y lograban hacerme sonreír hasta ese momento.
El dolor vino al rato, un dolor extraño que nunca conocí en lo que tengo de andar por la vida de dolores tan variados como colores hay en el espectro de la luz. Tenía que llevar mi mano al lado izquierdo y abajo de mi abdomen y ponerme en posiciones incómodas y cambiar cada vez porque el dolor me seguía a donde quiera que me movía.
No me interesa dar los detalles específicos y no por ´´pudor´´ o por ´´verguenza´´ sino porque simplemente me dediqué a sacar lo que me llamó la atención de mi experiencia. Además no quiero aburrir con mi relato, así que, total: terminé en el hospital esa misma noche. Una torsión testicular jamás se deja para después, el dolor nunca lo permitiría. ¡Mierda!
Fue una noche que desbordaba de locura, locura por todas partes. Se lograba asomar siempre y por cada rincón entre paredes frías; pese al miedo que sentía, la locura de estar ahí me cautivaba. No tenía idea de qué o cómo es como se mueven las cosas en los hospitales porque nunca antes había estado consciente de estar en uno.
Todo el mundo me veía con caras atentas. Era el ´´nuevo´´. Sabían lo que era llegar donde no se sabe nada. Ellas y ellos lo pasaron y sus batas me dejaban ver como ya lo sabían todo y a lo mejor tenían días o muchas horas de haberlo descubierto. Me tomó por sorpresa esto de las batas. La enfermera con tono amable me pidio que me la pusiera, tenía que quitarme todo y meterlo en una bolsa negra para uniformarme como todos y todas las demás. No sabía ponerme la bata y ni siquiera tuve tiempo de sonrojarme por mi estupidez. Ella sabía comprender y tuvo paciencia. Veía el miedo y la duda en mis ojos perdidos y asustados viendo hacia todas partes, viendolo todo y entendiendo muy poco.
Me senté en la silla de ruedas que me esperaba. Nunca antes había estado en una y lo disfruté, me gustó el paseo infinito por interminables pasillos de luces casi imperceptibles. Luces de hospital. Finalmente llegamos a la sala de operaciones. La puerta aún estaba cerrada. El enfermero que me llevó me deseó suerte y se alejó dejándose tragar por la oscuridad del pasillo. Estoy solo ahora. Es la soledad más viva que he sentido jamás. Me conocí ese día y recordé no sé por qué a Tai, mi tía que murió en el 99...
La espera frente a la puerta se hizo eterna y mientras, me puse a probar mi silla de ruedas, di vueltas como quien no sabe lo que le espera. Disfruté mi práctica con la silla y logré dominarla a la perfección. Debío verse bastante bizarro y no me importó. La puerta finalmente se abrió y una silueta me dijo: ´´Ya es hora´´. Era la enfermera amable de antes que se dejó ver la cara tras la mascarilla que usan. Y respiré más tranquilo.
Logré subirme a la camilla temblando de pies a cabeza pero intentaba hacerme el más natural, como si estuviera relajado. y me siguieron la corriente. -Ellos saben tratar con mentirosos asustados-pensé-. Me preguntaron cosas, mi nombre, dónde vivía y demás engaños para desviar la atención. Recuerdo haber preguntado si ya me habían puesto la anestesia (Según yo, quería darme cuenta). Y no recuerdo nada después de mi ingenua pregunta.

Desperté y me habían operado satisfactoriamente. Reconocí las caras de mis papás. Me veían como hace mucho no me veían. Estaban preocupados pero bastante tranquilos de verme, pese a mis ojos adormilados y frases incoherentes que me esforzaba por balbucear. Para entonces estaba bastante anestesiado y terminé en la sala de recuperación sin una gota de dolor. Urología era una sala donde sólo habíamos hombres. A esa hora todos dormían y me dormí también.

Llegó la mañana y con ella rompimos el hielo. Al rato ya respirabamos un aire de camaradería entre todos los presentes. Unos operados y otros esperaban dos o tres días para ser intervenidos. Todos contamos historias y reíamos a menudo. Reíamos pero bien sabíamos que no nos veríamos nunca más. Veníamos todos de diferentes partes y por distintos motivos. Nos convertimos en eruditos de nuestras desgracias corporales y las explicábamos abiertamente los unos a los otros asintiendo con nuestras cabezas. ¡Sí sí sí! , ¡Uuuy qué feo!, ¡Qué doloroso!, cosas así. Reímos cuando la enfermera no me creyó que ya podía comer sólidos. La perseguí por el pasillo para lograr mi desayuno y todo me supo como la comida más deliciosa de este mundo!. Las historias iban y venían y todos éramos desconocidos y lo único que nos unía eran los lazos invisibles de una desgracia momentánea.
Me dieron de alta y tuve que despedirme de ellos. Salí feliz de estar bien y consciente de que a los amigos del hospital no los voy a ver nunca más. Así es, entendí como es que son las cosas ahí...

11-6-08


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ASI-SE-OLVIDA-UN-DIA


9-6-08

Pasó el día ocho como pasa cualquier cosa. Como ves pasar una mosca desde una ventana y no te da mayor asombro. Como seguir con la vista a esa desdichada rama que cayó en el curso de un riachuelo sin gracia y se mueve tan poco interesante que le quitás la vista al rato. Es más, ni siquiera recordé este día, simplemente me limité a vivir como todos los demás e inconcientemente estaba ya curado sin saberlo. Mi mente se ha escapado de aquello entre noches de filosofía incongruente, de conversaciones felinas y risas que parecen infinitas. Simplemente reímos y ella no sabe cuánto y cómo está curando la herida que dejó de sangrar desde hace mucho, pero que seguía doliendo y se parecía a esa gota insistente que se colaba por el techo y caía necia hasta golpearme una y otra vez en la frente; y más profundo. Me está curando por el solo hecho de reir sin asustarse de las incoherencias y de esta forma ejercitarme en el difícil arte de tener una maldita sonrisa en la boca sin saber el porqué y que desde hace bastante tiempo me negaba a experimentar.

Mis dedos están abandonando la tristeza con que pasaban las páginas. Sigue estando la ciudad gris de siempre, los carros alocados y el bullicio de la gente que golpea con su paso acelerado y estúpido. Yo camino en sentido contrario y me siento en alguna banca del parque entre letras y humo de cigarros ajenos. Garabateando entre pensamientos y trazos de tinta roja yo escribo todo esto y me alisto para levantarme y seguir caminando, la lluvia está a punto de caer... El tren no espera a nadie...

GRATZIAS!

7-6-08

¿Quién iba a pensarlo? Dejar a un lado este circo que se nutre de lo que se olvidó hace ya bastante tiempo. Colgar de una vez las máscaras ajenas en esos clavos puestos dejando once centímetros entre cada uno. Esa luz nueva me ilumina desde lejos y puede que sea el bus que me llevará de vuelta lejos de esta tierra maldita de hambre y de tristeza. Me encuentro tallando alguna puerta vieja, de esas en las que puedo saber de qué colores estuvo pintada antes de que yo llegara o antes de que yo naciera. Dejo mi nombre inscrito en ella y si alguien me busca, para entonces estaré bastante lejos, por fortuna.
Visitaré otros rumbos, hablandole a la gente que quiero y durmiendo a la hora que yo quiera. No tendré que pensar más en quedarte bien, de todas formas aunque me esforcé, mujer: ¡Nadie te queda bien!. Mirá, ahora puedo ensuciar mis zapatos y haré caso omiso a las narices arrugadas de gente bien vestida. Me pondré esas botas negras que nunca se pueden mezclar con el pantalón café y ¿sabés qué? A mi eso no me importa. Usaré también algunos pasajes de la biblia y con ellos el fuego y una que otra hierbita me sacarán esa espina que por buena y por sanita no te gustaba de mí. ¡Uy!. Puedo reclamar en los restaurantes el porqué botan los extremos del pan a la basura sin que tu cara se sonroje, y gritar tantas palabras que asustan a la gente.
Puedo comer los helados que te daban asco, ir al mercado a perderme y terminar comiendo algún casado con pescado. Pasearme por las calles tomando fotos, no le temo a los que asaltan jóvenes que andan patéticamente solos. A lo lejos se escucha un grito fuerte, un grito del pueblo; no te gustaba eso de ir a las manifestaciones y ahora nadie pondrá caras largas al saber que me meti, qué alegría esto de la indiferencia, ¿Te parece?. Puedo colarme entre la gente, escuchar como tocan la guitarra, como cantan a un ritmo sin igual a lo largo del bulevar. Puedo ser amigo de los que no se bañan. No bañarme un día de vez en cuando. Poder elegir si quiero o no llamar a alguien por teléfono, saludar amistades que me topo o devolverme si yo quiero, a las ocho. ¡Qué alegría, gracias sinceramente! ¡Mirá todo de lo que me estaba perdiendo. Ah y te deseo suerte con el que una noche me puso apodo, por aquello de que mi nombre parecía ser otro. ¿Quién iba a pensarlo?... Yo pasaré por los charcos y ensuciaré mis botas por horas y horas. ¡Sí señora! ¡Por horas y horas!

MASCARAS-Y-ESPEJOS


4-6-08

Me alegro de no tener eso que tapa las caras, y a lo mejor tapa otras máscaras y caras que no son caras, son simplemente más máscaras. Casi puedo ver como el pegamento te desfigura la cara. Quisiste ponerte una y lo hiciste desde antes; ahora no sabemos cuál sos, sos una máscara o a lo mejor dos. Los ojos no me miran directamente, preferís verme reflejado en los charcos o a través de las ventanas con esos vidrios rotos. Los ojos desorbitados no son los tuyos. Ya no puedo saber qué fuiste o qué sos ahora, diría que sos una máscara que poco a poco te desfigura el antiguo rostro.


Seguís creyendo en el reflejo tuyo a través de tantos espejos rotos. Crees que sos lo que podés ver en esos charcos que se distorsionan con el viento y las sonrisas son frías porque no quieren ser sonrisas sino llantos. Casi siento lástima, qué desperdicio poner tanto sobre tu cara, qué pena saber que ese pegamento te desfigura poco a poco, pero seguís sonriendole a un reflejo que no existe y las sombras que en este momento te hacen compañía ya veremos, si al final te siguen por todos tus caminos. Quienes no quisimos taparnos estaremos siempre ahí, hasta un día cualquiera en que decidamos mostrarnos los rostros sin necesidad de usar esos charcos como espejos y nos veamos entonces sin necesidad de reflejos.