HOY-ESTUVE-CON-VOS

3-4-08

Hoy estuve con vos, pude verte nuevamente. No recuerdo cómo andabas, vi que estabas acompañada y de casualidad nos encontramos en una sala justo antes de alguna obra que iba a comenzar, no me importa lo que era. Vos no sabés aún que yo te veo, estoy lejos pero pese a todo he olvidado la miopía, el astigmatismo, las lágrimas; y te he visto al tiempo que mi corazón se agita y mis piernas tiemblan como al principio, hasta me causa risa.
Nunca pude ver quién te acompañaba, solo supe que en algún momento se fue, te dejó y yo aproveché. Llegué a hablarte con tono amigable pero tímido, como haciéndote ver la alegría que me daba verte otra vez, finalmente dejando escapar tanto aire que tenía guardado, aire de felicidad que no había podido exhalar. Aire con voz temblorosa y con cosquillas en el diafragma, de ese aire que vos y yo hace tiempo disfrutabamos sentir y que de vez en cuando notabas en los besos que te daba, temblaba de cuando en cuando ¿recordás?.
Yo te hablé, a lo mejor había pasado ya más tiempo. Te notaste amigable y yo, igual que siempre, como lo he estado desde que me conocés, no dudé en preguntarte: ¿Qué ha sido de tu vida?. Me contaste con esa confianza de antes, tantos logros, tantos llantos en los que yo no pude estar ni acompañarte y que desde lejos siempre pude estar pendiente e intentar en silencio apoyarte, como siempre. Te conté yo de tantas cartas que he escrito y que nunca te envié, las escribía para mí como para desahogarme, como para disfrazar una indiferencia que me hizo heridas profundas pero de las que simplemente me quedan cicatrices, como las que siento haberte provocado con tantos errores que pude cometer.
Hablamos tanto que casi te sentía la misma de antes, reíamos de las bromas que habíamos abandonado y soplamos esa capa espesa de polvo que dejó el tiempo, me sentí lleno otra vez y en tus ojos y en tus risas sentía que el sentimiento era mutuo. Finalmente te robé un beso, sentí esos labios tuyos que me recuerdan una noche única de diciembre, y tantas más que nunca me dediqué a olvidar. Eran como los de ayer, el amargo se había evaporado de tu piel y el vértigo se había apoderado de mis entrañas, igual que antes.
El golpe vino después y yo no lo quería creer; la mente como ingrata traidora de mis pensamientos más profundos me jugó una broma muy pesada. Se dedicó toda la noche a proyectarme esa película imposible, dejó que me atrapara lo irreal. Me consumió en ese sueño que tenía que terminar en algún momento. Y de golpe tuvo que terminar cuando yo me desperté.

Este sueño se trajo abajo la modesta torre que creí haber
construido para sentirme mejor ,
¡Sueño maldito, ingrato traidor!

No hay comentarios: