DOS-AMIGOS-EN-UN-BUS



24-4-08
Pasa cuando uno tiene como propósito desconectarse del mundo, justo cuando comienza a lograrlo levemente, pasa el bus. Tomé las monedas de la bolsa del pantalón, creía que eran 170 colones, ya estaban contadas más de seis veces: 170 colones; pues no, ahora son 180 colones y al montarme, el cero pintado en el parabrisas lleva una cara triste, todo sube y el señor que lava buses y escribe la tarifa con algún marcador blanco lo sabe.
Subió la luz, subió la gasolina, la gente no sabe que siempre han estado así, siempre todo ha estado arriba y nos han acostumbrado a tenerlo todo al nivel de la nariz, sólo donde podamos verlo como creyendo tenerlo. Ese día quien se sentó detrás mío a lo mejor pensaba en eso. En que todo sube porque lo vio en alguna edición de Telenoticias, o en algún períodico de esos que van viendo los señores que juegan de ricos con reloj dorado y portafolios de cuero, les duele que ahora el pasaje sea 180 colones de todas formas. En fin, él iba detrás pensando en eso hasta que fue interrumpido por una cara conocida que se colaba por entre la fila de personas de pie. Era conocido y pronto logró apoderarse del espacio junto a él.
Nos han acostumbrado a tenerlo todo al nivel de la nariz, sólo donde podamos verlo como creyendo tenerlo, trabaja en un Hotel de Escazú donde puede ver San José desde las alturas, donde puede ver lámparas grandes y gente que come hasta reventar; pero él lo ve todo através de una parrilla de aire acondicionado. Lejos de la vista de esos y esas, pero haciendolo funcionar todo con sus manos sucias. Pese a lo que él vio ahí, tenía hambre, y lo hizo notar cuando su amigo del bus habló del arroz que un conocido suyo le regalaba por trabajar en un restaurante de comida china. Pero claro, tal era lo que sobraba, que ya el otro decidía regalarle a medio mundo.
Nos han acostumbrado a tenerlo todo al nivel de la nariz, sólo donde podamos verlo como creyendo tenerlo, siguieron hablando de esos ´´carrazos´´ que veían en la calle: un Mustang, un Mercedes y un bemedobleú.
El otro que trabajaba en seguridad habló del orgullo de poder portar armas, una 9 mm. linditica, tan linda -dijo- como la que salió en las noticias, en un intento de asalto en algún Banco de Siquirres. El otro con la tripa torcida, se maravillaba con la descripción del arma y admiraba a aquel por tener el juguete ese.
Al bajar, se invitaron al partido de Saprisa de la noche, en la casa iba a haber comida, arroz cantonés de su amigo o Pizza Hut porque en el Hotel hubo una conferencia y la comida sobró. Y la gente es feliz. Nos han acostumbrado a tenerlo todo al nivel de la nariz, sólo donde podamos verlo como creyendo tenerlo.

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