RETROSPEKTIVAK



Gracias a la conversación sobre infancias y cosas viejas con Karen, me acordé de mi pasado, supongo que es preciso dejarlo escrito en algún lugar para cagarme de risa alguna vez. Recuerdo que mi infancia fue un tanto concretosa, eso que nunca llegaban a buscarme las chusmillas del barrio ni había calle donde pudiera rodar la bola; lo que había era una carretera nacional transitadísima. No recuerdo árbol en el que me haya subido, sólo uno de mango por el que, estirando la mano a través del portón y encaramado en el muro, lograba alcanzar. Recuerdo cuando a Silvia la ortigó un maldito gusano y pegaba gritos y tiraba mangos.

No recuerdo zacate que me remita a la infancia, más bien ese pedrín-o como se llame- por el que corría inventandome juegos que sólo yo entendía: la desesperación de competir con las vagonetas que venían por la carretera y yo que tenía que llegar a la meta antes de que pasara o el juego de dividir palabras y avanzar cuadro por cuadro.

La verdad este texto viene a ser una disculpa pero una justificación a la vez por haberme portado tan olímpicamente mal, mi mamá sería una santa si eso existiera, pero mi energía explotaba completa en el patio que no teníamos. Me acuerdo y hasta me dan ganas de darme buena paliza: cuando corría hasta afuera aprovechando que a mi mamá no le gustaba que los vecinos la oyeran gritar y de esa manera me dejaba puerta-afuera, a lo que yo contragolpeaba con un entro-por-la-ventana. O cuando me dejaba en algún cuarto sin salir y yo de todas formas encontraba maneras para olvidar que era un castigo. Contaba hasta 100 una y otra vez hasta desesperar a todo el mundo.

Más adelante y de manera prematura me convertí en un geek de la computación. Por ahí del año 91 mi papá tuvo la visionaria idea de conseguir aquel aparatejo de pantalla negra-turkesa-magenta, de impresora como relinchar de dientes y con diskettes del tamaño de mi plato de cereal [pero cuadrados]. Poco tiempo después la cosa evolucionó y hacía ñoñamente mis tareas de la escuela con ese medio. Ahí conocí el primer programa antecesor de los tipo fotochop, se llamaba Mira Scan 32 y lograba hacer mis innovadores fotomontajes [Esteban en Giza] imágenes base gracias al Encarta 95 y escaneo de fotos [aún nada de camara digital].

Mi coqueteo con la tecnología siguió a tal punto de ñoñez que alguna vez hice un juego de geografía montado en plataforma ppt [jaja] y aprendí hasta tal punto que muchos [muchos] años más tarde esos conocimientos me valieron para convalidar mis horas de trabajo comunal (sello de la Caja incluido) y aquí estoy, agradeciendole al Encarta por lo aprendido: Ukuzala ukus delulah a´matambo...

4 comentarios:

Amanda dijo...

Jajaja que risa Encarta, aún recuerdo cuando "era toda" (¿Será que alguna vez fue toda?; bueno para nosotros definitivamente lo fue).

_ dijo...

jaja siempre fue una mierda.. pero a mi me maravillaban aquellas vistas 360° y los juegos de "crear" elipses de planetas orbitando, además aportaban imagenes de las piramides de Giza ;)

Uno que mira dijo...

¡la foto, es que la foto!

mali dijo...

comparto esa experiencia de infancia, la falta de espacios, la computadora como amiga incondicional y qué problema cuando se iba a la luz toda la tarde!
pero compa, y quizás esto debió encabezar el comentario, pues es sin duda alguna algo de crucial importancia, su foto, qué foto!!!
"tengo un tractor amarillo, que es lo que se lleva ahora." zaaaa!