LAMPAREEME-ESTE-VIERNES 26-XII-08

Caminamos sin saber el rumbo, sólo para escapar de rutinas emplasticadas. Entramos por barrios de perros furiosos que no muerden, de piedras y troncos pintados con cal, olores frondosos, paraguas y flores sin jarabe, a lo mejor por el tren, a lo mejor porque quieren. Anduvimos por calles solitarias y de ausencias amargas de San Pedro, seguimos las líneas como siempre, la ruta de siempre y fue ahí donde encontramos una lámpara de alumbrado público tirada. Se parecía a nosotros, tampoco sabía qué hacía ahí, pero estaba y nosotros no dudamos en recogerla.
Acompañó nuestros pasos y el trayecto lejano, testigo de papas saladas y tacos de ocaso. Todo estaba vacío para ser viernes, restos de tope en cada esquina, vimos una botella quebrarse en el asfalto. Tres cigarros en vez de monedas fue lo que dimos a la mano supinada que nos pedía y un "qué rayado lo que andan ahí esos maes" el comentario de fondo. ¡Salvados por rayados!. La lámpara fue testigo en nuestras manos, no nos iluminó a Marisol, a Carlos o a mí necesariamente. Sólo nos valió para lamparear un viernes, como quien dice, hacer mímica pantomima de las sonrisas escasas. Yo, lamparear tres letras lejanas, un estira y encoje que me tormenta, la duda y el

-a la puta, no sé-

-mae, yo tampoco-

viene el bus.

1 comentario:

Uno que mira dijo...

ahora que usted lo dice por fin entiendo lo de las flores: las lámparas no dieron luz, no pasaron los trenes, las flores no prodigaron caricias gustativas, y sin embargo, mire usted cómo los tres llegamos a nuestras casas a escriturar el viernes lampareado, cada quien con su versión, eso fue lo bueno.