ENCUENTRO-CON-BOINA II

[6-IX-08]
Como le prometí, nuevamente lo visitamos. Lo encontramos Laura y yo en plena labor y nos reconoció con sonrisa en la boca. Alrededor tenía palanganas, limpiones, ropa, cuadros, maletas, relojes, y mil cosas más que vende los sábados en la feria de Churuca. La casualidad lo golpeó tanto a él como a mí y tres años después llegué a conocer a la persona más vieja que jamás he conocido (aparte de mi abuela, y es mucho menor) y eso es una condición inigualable, al menos para mí que soy más un viejo en cuerpo de joven.

Nos recibió alegre como siempre, o como las veces que lo he visto. Nos quería regalar cualquier cosa por la que preguntábamos y terminé aceptándole un reloj despertador y dos palanganas que nos quiso regalar (ah, le dicen Abel Palanganas, claro, porque también vende palanganas), le compramos una cobija reversible y Laura salió con sueter nuevo. Nos contó anecdotas de sus años de juventud, bailes en Asturias y de cómo conquistaba a las muchachas paso a paso -porque bailaba... y cómo! aunque fuera feo- dijo.

Es difícil no reir con sus bromas, ese humor intacto a pesar de los años. Y terminé pensando y analizándome, dándome cuenta de que prefiero conversar con los viejos, con quienes han vivido tanto que ya no les queda ni una pizca de estupidez, de inmadurez o de ganas de aparentar lo que no son, como sí abunda en muchos de mi edad. Pienso una vez más que me equivoqué de tiempo y le reprocho una vez más al pasado por haberme dejado aquí. Por lo menos existen personas como don Abel, al menos una extensión del pasado que no pude vivir. Que él me cuente donde yo no pude estar.