En aquella tragedia de una tragedia

Debo decir que pensaba NO publicar esto por múltiples razones, pero al venir en el bus venía leyendo a Kerouac y bueno... un nosequé se metió en esta cabeza aturdida y me hizo pensar en: ¿Por qué no?... de todas formas no hay que restringir tanto que construye en un solo día lo que después me va a hacer subir o caer o caer y que claro, debe quedar plasmado aunque sea en una servilleta o en una pared... mejor.

29-5-08 > [29-5-07]

Tuve la necesidad de rescatar tantas citas que había separado de mis lecturas antiquísimas y bastante apropiadas para esas cosas que a uno se le ocurre escribir pero que aquí no he publicado al respecto. Eso que me interesa tanto, el diseño, los afiches, composiciones y el cómo utilizar los espacios. Y este texto no habla de esos escritos que admiro de grandes exponentes como Lazló Moholy-Nagy o Lassar Lissitzky, grandísimos e importantes personajes de las vanguardias, únicos en su tipo.
Este texto más bien aborda lo que implicó llegar a esa agenda vieja que había decidido olvidar entre papeles arrugados y percudidos por el grafito eterno del fondo del maletín, lápices sin punta y tajadores descompuestos que van quedando rezagados con un mínimo de posibilidad de ser usados nuevamente. En la tapa de la agenda, una calcomanía que me remite a los tiempos pre-referendum ´´VOTE NO TLC´´ bastante maltrecha por cierto; y por detrás algún dibujo mío que ya no se puede ver claramente.
Dudé al abrir ese libro de recuerdos, estaba consciente de todo lo que implicaba y de todo lo que iba a ver al pasar una a una las páginas de lo que ya no está, de lo que no existe y que no tiene ningún respaldo tangible de que todo eso sucedió ¡Es como mentir!.
Me voy a centrar en lo que pasó el 29 de mayo del 2007, porque fue ahí donde abrí al azar y me encontré con un martes muy agitado que recuerdo muy bien.
Supe del accidente que tuvo en el bus camino a la universidad, aun cuando yo estaba en mi casa y como quien se escapa de la cárcel o del manicomio o de la iglesia salí despavorido en busca de ella, en busca de tenerla y verla a salvo, esperando lo mejor. Llegué a la Universidad y ya no estaba, entré a la enfermería como quien está en su propia casa y no estaba. La habían llevado al Hospital. Tomé un taxi con prisa, y si me preguntan no sé de qué me hablaba el taxista ni recuerdo si me cobró de más.
Afuera de emergencias estaba ella, con ese gel extraño congelado en las manos y poniendolo con cuidado en su nariz golpeada, bastante asustada contándome de manera escueta lo que había pasado, aturdida y con la cara pálida. Una extraña sensación de taquicardia me invadió al saber que podía servirle de apoyo, como protegiéndola pese a que yo casi no podía sostenerme a causa del susto.
Luego de una espera no muy prolongada la llamaron y ella entró sola. A mi alrededor había gente que pasaba por situaciones similares, otras muy graves y las caras curiosas de cualquier sala de espera dominaban la escena. Lenguajes múltiples que se activan con miradas y con gestos. Gente que se habla aún sin conocerse porque los hechos los unen en una coincidencia que les inspira una camaradería particular.
Ella mientras tanto se hacía las radiografías fuera de mi vista, probablemente aun asustada al recordar el impacto imprudente que causó el conductor y el estado deplorable en que se encuentran aún hoy los buses de Heredia-Universidad. El horror por un momento se me coló por los sentidos ¡Le había pasado algo! Y poco a poco, afortunadamente el susto fue bajando de intensidad y nos dimos cuenta de que había sido algo superficial que no pasó de una leve hinchazón como demostraron las radiografías que aún conservo, porque eso es lo que son: fósiles de la memoria.
Su papá para ese momento ya la estaba esperando afuera y me llevaron cerca de la parada de mi bus, donde seguí mi camino a la universidad después de un buen susto que hoy recordé por andar retomando mis citas y mis apuntes. Hoy hace un año de eso y ¡cómo cambian las cosas! Si ella no lo recuerda y lee un día esto verá que yo sí lo recordé, pero qué mas da. ¡A quién le puede importar si lo recuerdo!.

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