SAN BOSCO Y LA FORMALINA


Existen la mentes más creyentes que caminan entre sangre y cayos al ritmo de los pasos de agosto, que duermen rezandole a los muertos, a los papeles en off-set, la impresión digital y las estampitas que venden en el bus a cambio de monedas con las caras de los santos titulares o las vírgenes de Europa. Esas mismas señoras y señores que se levantan al alba para saludar al cielo que nunca responde, las imagenes de sadomasoquismo en la televisión, los tabúes mediatizados por la National Geographic, sexo, vudú y el mundo bizarro ante sus ojos.
Esas mismas señoras y señores, alguna gente lastimosamente joven o papás acostumbrando a taparle los ojos a sus hijos frente al mundo, todos quienes se asustan del paganismo, los estereotipos del vudú y las santeras: esos mismos que ahora vienen a venerar a un santo de cera de vacío en el pecho, de esternón y tórax despojado para albergar su propia mano putrefacta, el San Bosco, padre de los jóvenes -dicen- nos viene a dar una demostración de que no pueden ser más bizarras las prácticas de los dueños del mundo religioso, el cristianismo que tanto se intenta desmarcar de los vicios más retorcidos, en este momento todos quieren verlo con el morbo inflado de fanatismo ¿Y el olor a formalina?.

1 comentario:

furia dijo...

Esas cosas me dan miedo. O asco. O las dos.