LA GRABADORA

-"En Lima, entre los años 1970 y 1975, existió un sello discográfico cuyas bandas se manejaban en los límites del riesgo artístico, la urgencia expresiva y la clandestinidad.

Por una serie larga y compleja de factores, sin embargo, el sello desapareció sin dejar huella, como esos animales imposibles que se devoran a sí mismos, y que en ese acto final encuentran un espectáculo secreto.

25 años después, luego de una pesquisa que podría parecer más alucinatoria que real, el crítico estadounidense Liam Penrose halló, en Nueva York, un maletín que contenía el legado de la disquera: diseños de tapas de discos, algunas fotos, afiches, papeles y, sobre todo, música. El sello se llamó La Grabadora, y ésta es su historia. O más precisamente: las puntas visibles de su historia."



UN hallazgo. El estudio de un portafolio fondeado en el olvido, lleno de bandas y música desconocida. Es el material de un sello discográfico peruano que rescata a un puñado de iluminados compatriotas que encarnaron en el rock una historia ya común en otras artes: fueron peruanos y fueron buenos, pero la desidia y el azar los jodió. Pero tal portafolio no existe. ¿Cómo estar seguros?


En este momento me siento engañado. Creí las páginas que llegué a leer, precisamente tal vez porque quise creerlas o porque no terminé de descubrir las páginas que me darían la pista del montaje y la invención cruel. Ahora "La Grabadora" es mentira. El encargado de la biblioteca me hizo creerme por unas horas la maravilla de una música indomable, que quería romperle la madre a quien escuchara, sin moral y ante todo, posible. Ante todo, las seis que es la hora en que cierra el tipo.
Los setentas peruanos, la gente que como yo o como muchos conocidos desean gritar ruidos eléctricos con olor a sangre y a mierda sin importar a quién salpiquen, aunque sea saber que existió algo como aquello. Algo que conteste o en todo caso que me conste que sucedió. Eso sí, una obra maestra a cargo de: diseñador-músico-escritor: José Antonio Mesones cc. Goster, Santiago Pillado y Diego Otero, respectivamente. Una historia que me creí justo cuando confié en algo tan bueno en medio de mi siempre incredula manera. Las bandas y un mundo entero de clandestinidad en media Suramérica fueron demasiado buenas para ser ciertas. Al menos me quedan los apuntes que tomé con anhelo, creyendo que podía creerme la historia (queriendo mas bien). Ahora toca sacarle a La Grabadora lo que no tuvo. Un bizarro, inspirarme en lo que nunca existió. ¿O sí? A muchos les interesa hacerla invisible. I n v e s t g r k

1 comentario:

Sandía. dijo...

Hermosa inspira-a-cción :).