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Y entonces, primero, después de decidirme si escribo o no escribo, porque a veces (sólo a veces) no existe un sentido para hacerlo más que abandonar del todo los cíclicos tornos de la rutina, pretendo lo que no se pretende o bien, romperle la madre a todo aquel párrafo que se atreva a encasillarlo todo o a hacer que todo sea contado por tal o cual intención marcada como cancha de fútbol. Es una oportunidad sola y aislada de demostrar que un informe de mi día o de algunos intervalos, sean de 12 a 14 o debatiendo sobre la existencia del infinito entre ellos, no tienen necesariamente que ser proyectados como eslabones coherentes que van subiendo pasito a pasito y con buena letra a lo largo de las gradas de un tiempo cronológico o en todo caso, lógico de cualkier manera.
Aquí es donde entra la contradicción porque, por otro lado sí existe de una alguna forma la intención-más bien contraintención, tal vez- de hacer que ésta cosa quede. Sea ejercicio de memoria o fobia a olvidar detalles que indudablemente se convierten en blokes que construyen ese todo que a duras penas logro recordar. En todo caso, todo este cuento tan poco cuento, era una manera de decidirme si escribo o no escribo de cualquier otra cosa, porque a veces (sólo a veces) no existe un sentido para hacerlo más que abandonar del todo los cíclicos tornos de la rutina, y la respuesta es NO, no escribo.





DESPUÉS.
[este es de esos que se autodestruyen más tarde, la intención es que no todo quede. entendí]

1 comentario:

Jose Pablo Ureña dijo...

mae, razonamientos laberínticos como había dicho ud, que madre... hasta que siente uno una incomodidad cada vez q pasan, y ahora leyendo el texto me recordó todo eso