EL-HOY-SE-ENFERMÓ

31-I-09
Con la garganta gangosa me termino de un sorbo este sábado descolorido que podrá servir de cualquier cosa, de calza para el domingo o de soporte para que no se le ocurra al viernes devolverse y aplastarme como lo hizo ayer, de lo que sea menos de remedio; porque más bien hoy fue algo así como las inyecciones en el brazo para descubrir alergias. Resultó que soy alérgico a este sábado, como en algún momento descubrimos que soy alérgico a Río Claro, como Marisol es alérgica al arroz, Carlos a la Palabra, Daniel a los lácteos o el otro Daniel, mi hermano, al polvo.
Para terminar con la rutina de mis días mi organismo decidió llegar a los 38° C, así por lo menos sé que hubo novedad. Mi espalda quemada de sol sureño me reclama cada vez que me voy a sonar la nariz, todos mis males de hoy y de antes se pelean entre sí para que les preste atención. Un estornudo o este nuevo vecino que le alquila a la columna vertebral y que trabaja lanzándome punzonazos directo a mis lumbares. El dolor de pecho que trabaja de día por medio y que yo temo, sea algún pulmón costroso de tabaco que quiere renunciar. La molestia de la rodilla que me acompaña desde el colegio, mis ojos miopes, la falta de memoria... Todos exigen atención y yo no puedo más que tratar de ignorar a la mayoría. No entiendo cómo un cuerpo puede mantenerse funcionando en total sincronía por 40, 60, 80 años. No sé por qué siempre he sentido que estos que me habitan van a lograr derrumbar todas las estructuras de forma prematura, poco a poco van siendo aliados de mis recuerdos o de esas contradicciones que atormentan este hoy y atacan todos los flancos al unísono. Este hoy cayó en batalla y yo me convierto en testigo de mi propia muerte que avanza a la velocidad de un gotero.

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