Dos días de llamarme Beto, de haber zarpado y de cosumirme entre un cerebro refractado, viendo pasar las horas entre el sueño y mis realidades distorsionadas, sólo aferrado a la locura de los compas. Caminando por la ruta de adoquines que ya hemos pasado una y otra vez esperando a que se nos baje la nube que llevamos por carruaje. Añejos de venerar dioses paganos y disputando juegos de fútbol con las divinidades más populares. Ésta vida que despinta espirales y deshoja margaritas me tiene dando vueltas. Me tiene más gefirofóbico que nunca, por eso me quedo en la orilla aunque me tiendan puentes coloridos con albas como adornos llamativos en el horizonte. La gente conversa y en el transcurso de sus vocales desarrollan síndromes de lengua extranjera, y luego nadie sabe qué significa porque hablan en gelatina. Todo pasa en dos días y mi nombre tampoco es el mismo, ahora soy Beto.
ÑAK ÑAK
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Hace 4 años
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