Fue entonces hasta después de esa riña salvaje, de aquellos golpes certeros y de mis escondites momentáneos esquivando a aquel muchacho iracundo salido de la nada. Quería tumbarme pecho tierra y yo sin conocer las razones; sólo sé que le leía la rabia en los ojos. Me escondía detrás de las columnas y de las esculturas amarillentas de diosas griegas. En una ráfaga de puñetazos quedé tendido inmóvil.
Fue ahí donde finalmente mis heridas despertaron aquello que fingías. Con qué hipocresía venías a sanarme la piel y la carne! Esas manos tan ausentes, hasta no verse teñidas de rojo. ¡Qué estupidez! Yo no te creí y en mi memoria ya había una cara cálida. Fue un choque que no me pensé dos veces, hice esfuerzos por levantarme e irme. Me fui, y desperté.
EDUARDO ARCOS SE SUBE AL TREN DEL TRANSCYBERIANO
Hace 4 años
2 comentarios:
Solo me alegro de haber tomado la mismasalida que aquel muchacho unos minutos antes.
No tengo mucho inteligente que aportar, solo quería agregar como un: jajaja :)
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