Las cosas que tengo que contar, no las tengo que contar realmente. Se cuentan porque es lo más interesante que tengo. ¡Vea usted qué vida ésta!. En la noche del fin de semana un muchacho de cerebro muy tostado se nos acerca y nos cuenta que quiere aprender computación e inglés (se echa el último bombazo de la botella). La memoria de corto plazo, tan deficiente y casi inexistente nos obligaba a repetirle reiteradas veces que sí podía lograrlo. -¿Ustedes creen que yo pueda?- preguntaba por vigésima octava vez; y nosotros asentíamos nuevamente. Cada vez con menos ánimos de seguir en la ´´conversación´´ que se tornaba ya como un performance dadaísta a la salida del bar.
Nos preguntó la traducción para la palabra ´´reina´´= queen. No había pasado un minuto y la preguntaba de nuevo, la había olvidado. Parecía saber que algo andaba mal con su memoria y más aún con sus ya carcomidas neuronas porque se desesperaba un poco pero con aires de resignación. Y le repetíamos: queen, y el la repetía también cuantas veces pudiera. Las intenciones de su nueva palabra aprendida eran para ´´piropear´´ a Laura; eso quedó clarísimo al ser un piropo repetitivo que, escucharlo y estar ahí, me hacía dudar de que fuera algo real, nada psicotrópico.
Todo transcurría con repetitiva normalidad hasta que tomó confianza y quiso enseñarnos su navajilla envuelta en un papel. Sus brazos dejaban ver las heridas como tantas de lo que no tienen la culpa mientras los culpables se calientan sin un solo rasguño en una chimenea.
´´Si yo aprendo inglés y computación ya me van a ver´´- dijo.
Exposición: Menú para llevar, La Cocina del arte
Hace 3 años
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