Vení, dejá de dar vueltas y sentate aquí conmigo otra vez. Hace tiempo que no estábamos tan cerca. Es que te alejé por un buen tiempo pero nunca te sentiste traicionada; seguro estabas convencida de que ibas a volver a sentarte conmigo, a andar conmigo y a seguirme a todas partes. Y no te equivocabas, mirá donde te fui a encontrar.
Sinceramente no me hacías falta y te digo más: hasta llegué a olvidarte y ni por aquí me pasabas (señalo mi frente, mi mente). Me alejé tanto que para mí eras un recuerdo de algo espantoso, de una antigua compañera inclaudicable de las noches más amargas, pero eras solo eso y no existías más.
Me la pasaba viendo más de tus amigas acompañando a desdichados en la calle, esclavos que como yo, tienen amarrada al cuello tu compañía infeliz y con mucha suerte, pasajera. Y tu ausencia en ese momento me daba una tranquilidad egoísta de no ser uno de aquellos. Pero vos y yo sabemos que lo demás no importaba.
Quisiera alejarte como te alejé por un buen tiempo, no quiero verte nunca más, ni tus silencios ni los espacios sin ocupar, los asientos impares y los ecos ausentes de mis risas sin sentido. Quisiera alejarte para siempre porque tu compañía no es compañía y por algo es que te llamás como te llamás: SOLEDAD.
Exposición: Menú para llevar, La Cocina del arte
Hace 3 años
1 comentario:
Y podríamos ser insoportables y hacer que se aleje porque somos groseros, porque le damos bofetadas por imbecil que es. Claro, si tan solo se comportara como las personas que uno quiere lejos.
Podría ser que es tan tonta que no entiende que la queremos lejos, y nos sigue. O podría ser todo lo contrario, y pienso: ¿será que somos nosotros los que no entendemos sus golpes y seguimos tras ella?
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